Sentada sobre su trono, desvergonzada, cálida, firme, ahí ella, sigue contemplando la veracidad de su acto, de su estupidez diría yo… sus ojos, eran como ver dos universos paralelos, haciendo sucias jugarretas, marañas y tretas, despellejando nada, su rostro desplegaba una belleza vivaz, una dureza extrema, mercenaria, sus manos, capaces de destrozar todo esfuerzo y volverlo en vano, capaces de extirpar cualquier sueño humano, me señalaban y envolvían con una presión tan sádica que me hacía trasbocar parte de mis entrañas, parte de mis ilusiones, escupí además de sangre, la misma esperanza, no entendía que pasaba, ni por qué estaba pasando, la impresión era tan grande, a veces lo incierto, te desconcierta aun más…en medio de todo ese aquelarre infernal, estaba yo y estabas tú, en aquel círculo atroz que emanaba un hedor insoportable, en esa extraña dimensión estábamos todos , acompañados de puras desgracias, y a veces migajas de esperanza, porque ella nos alimenta, irónicamente nos mantiene vivos, para luego matarnos más, porque ese es su único fin, porque eso le da sentido a su existir, porque es carroñera, embustera, se ciñe en los vivos para secarles el alma… no sabía dónde estaba, la utopía era huir sin ser lastimado, sin perder la razón, basto solo una pregunta: ¿Puedes decirme dónde estoy?, desprendió una risa vulgar, asquerosa y burlista, inclino sus atroces ojos, fijo en mi la mirada…no dijo una sola palabra, y ahí la desgracia sobrevino, entendí todo…era mejor no hacerlo…estaba en el único lugar capaz de cercenar y mutilar las torpes ánimas de nuestro existir…estaba en ese lugar que le llaman vida, desperté, y al igual que ayer, me arrepentí de haber entendido…
¿Que se puede esperar de la vida?